El término euthanasia (en español, eutanasia), que centra uno de los debates bioéticos más vivos de nuestro tiempo, plantea serios problemas terminológicos, pues se ha aplicado a situaciones tan distintas que con frecuencia es muy difícil saber a qué se refiere exactamente quien lo usa, a menos que vaya acompañado de un adjetivo esclarecedor.
Es habitual distinguir, por ejemplo, entre passive euthanasia o negative euthanasia (eutanasia pasiva o eutanasia por omisión: si el médico decide no tratar una enfermedad grave intercurrente en un enfermo desahuciado, o tratarla solo de forma poco agresiva) y active euthanasia o positive euthanasia (eutanasia activa o eutanasia por acción: en referencia a la administración voluntaria de una dosis letal de morfina, potasio u otro medicamento). Pero es que, a medio camino entre ambas, tenemos también una semipassive euthanasia (eutanasia semipasiva: si el médico decide retirar la alimentación por sonda o el aporte hídrico en un paciente comatoso incurable) y una semiactive euthanasia (eutanasia semiactiva: si el médico decide desconectar el respirador o retirar una vía venosa vital para un paciente comatoso), separadas por una línea divisoria muy tenue.
Aparte, y sin ánimo de exhaustividad, cabe citar también, entre las formas de eutanasia de mayor interés médico, la mal llamada accidental euthanasia o indirect euthanasia (eutanasia indirecta, que de «accidental» no tiene nada, puesto que hace referencia a la decisión de administrar un opiáceo como analgésico, a sabiendas de que puede ocasionar una depresión respiratoria mortal), y también la suicidal euthanasia o assisted suicide (suicidio asistido: si un enfermo desahuciado se administra una sobredosis intencional de barbitúricos, pero con la ayuda de un médico u otro profesional sanitario que le facilita la dosis mortal).
Otra división frecuente es la que diferencia voluntary euthanasia (eutanasia voluntaria), si la solicita libremente el propio enfermo, e involuntary euthanasia (eutanasia involuntaria), en caso contrario. Y dentro de esta última, a su vez, cabe distinguir entre crypteuthanasia (eutanasia sin el consentimiento del paciente), encouraged euthanasia (si se ejercen presiones sobre un enfermo crónico para que este solicite la eutanasia con el fin de ahorrar a sus parientes sufrimientos y gastos, o con el fin de acelerar el cobro de una herencia), surrogate euthanasia (si el enfermo es deficiente mental, está demenciado o no se encuentra en condiciones de adoptar una decisión de este alcance), discriminatory euthanasia (si se aplica en un hospital con mayor frecuencia a determinados grupos sociales: ancianos, pobres, incapacitados, minorías raciales, etc.) y muchas más que no entraré a considerar.
Son también abundantes los sinónimos coloquiales, casi todos ellos eufemísticos, de ‘eutanasia’: así, es frecuente usar en inglés mercy killing en el sentido de active euthanasia, o letting die, en el de passive euthanasia, pero todos estos términos coloquiales —y muchos más— se usan también en ocasiones de forma tan laxa y confusa como acabo de comentar para el término ‘eutanasia’.
Dado que todas las formas de eutanasia activa suscitan aún un fuerte rechazo social, sus partidarios suelen evitar cuidadosamente los términos euthanasia y to kill para referirse a ella, y dan preferencia a eufemismos con death o to die que incorporen atenuantes de connotaciones claramente positivas. Por este motivo, en todos los estratos de la sociedad son cada vez más frecuentes eufemismos como right to die (derecho a morir), end-of-life option (opción al final de la vida), rightful death (muerte digna), to die with dignity (morir con diginidad), merciful death o compassionate death (muerte piadosa o por compasión), peaceful death (muerte tranquila), aid in dying (ayudar a morir) y death without suffering (muerte sin sufrimiento).
Como es fácil de imaginar, las implicaciones bioéticas, morales, jurídicas y médicas pueden variar mucho según el término se esté usando en uno u otro sentido. Personalmente, y para aclarar algo el campo de debate, soy partidario de restringir el término ‘eutanasia’ al acto directo, activo y voluntario que conduce a terminar con la vida de un enfermo que sufre intensamente (que sea eso ético o no es lo que deberíamos debatir). En mi opinión, el rechazo del encarnizamiento terapéutico y la aplicación de medidas destinadas a mejorar el bienestar de un enfermo desahuciado forman parte de la práctica médica correcta de todos los tiempos, y no deberían llamarse ‘eutanasia’.
Fernando A. Navarro
Continúa en: «El galimatías terminológico de la eutanasia (III)»